Un niño que nace hoy enfrenta un futuro drásticamente afectado por el cambio climático. El mundo se ha calentado 1°C por encima de los niveles preindustriales, con algunas regiones experimentando aumentos de hasta 3°C. Ocho de los diez años más calurosos registrados han ocurrido en la última década, principalmente debido a la quema de combustibles fósiles. Este rápido cambio impacta la salud humana en todas las etapas de la vida, desde la infancia hasta la vejez.
Los niños son particularmente vulnerables. La disminución de los rendimientos de los cultivos amenaza la seguridad alimentaria, con los bebés susceptibles a los efectos duraderos de la desnutrición. El cambio climático también aumenta la idoneidad para la transmisión de enfermedades como el dengue y las enfermedades diarreicas. Nueve de los diez años más adecuados para la transmisión del dengue han ocurrido desde el año 2000.
La contaminación del aire, agravada por el cambio climático, daña órganos vitales a lo largo de la vida. Las muertes globales por partículas finas ambientales (PM2.5) se mantuvieron en 2.9 millones en 2016, con un total de muertes por contaminación del aire que alcanzó los 7 millones. Los efectos acumulativos de esta contaminación impactan la salud durante toda la edad adulta.
Los eventos climáticos extremos, que aumentan en frecuencia y severidad, amenazan los medios de subsistencia y desplazan a las familias. Del 2001-2014 al 2015-2018, el 77% de los países experimentaron un aumento en la exposición diaria de la población a incendios forestales. India y China vieron los mayores aumentos, con más de 21 millones y 17 millones de exposiciones más, respectivamente.
Las olas de calor representan una amenaza significativa, particularmente para los ancianos. De 1990 a 2018, las poblaciones mundiales se volvieron más vulnerables al calor, con Europa y el Mediterráneo Oriental como las más susceptibles. En 2018, hubo 220 millones de exposiciones a olas de calor a nivel mundial, un récord. Más allá de los impactos directos en la salud, el cambio climático contribuye a riesgos secundarios como la migración, la pobreza, los conflictos y las enfermedades mentales, que afectan a todas las edades y nacionalidades.
Los esfuerzos actuales para mitigar el cambio climático son insuficientes. La intensidad de carbono del sistema energético permanece estancada, y los subsidios al consumo de combustibles fósiles aumentaron un 50% en los últimos tres años. El sector de la salud contribuye con el 4.6% de las emisiones globales, una cifra en constante aumento. Hoy es un punto crítico; continuar por este camino conducirá a un mundo drásticamente alterado y menos saludable.
Sin embargo, un cambio hacia un futuro sostenible es posible. Las energías renovables representaron el 45% del crecimiento de la capacidad de generación de energía global en 2018. El uso global per cápita de vehículos eléctricos aumentó un 20.6% entre 2015 y 2016. Las mejoras en la contaminación del aire en Europa podrían reducir significativamente los Años de Vida Perdidos. Las inversiones en adaptación a la salud están aumentando y las ciudades están desarrollando planes de resiliencia climática.
A pesar de estos destellos de progreso, hoy es un llamado a la acción. La intervención acelerada es crucial para asegurar que un niño que nace hoy herede un planeta saludable. Se necesitan políticas audaces, investigación innovadora y prácticas comerciales sostenibles para cambiar el rumbo. La salud de las generaciones futuras depende de las decisiones que se tomen hoy.